Cuento de la justicia: La fiesta del rey

La fiesta del rey 

El rey de un país lejano era admirado por todos los súbditos que reconocían su generosidad y voluntad de ayudar. Si alguien no tenía ropa, podía acudir a su palacio -en la cima de una montaña- y recibía prendas cómodas y abrigadoras. Si los padres no tenían qué dar de comer a sus hijos, les ofrecía sopa caliente. Muchos de los súbditos se hallaban en el palacio cuando uno de los lacayos les dijo que éste planeaba organizar una fiesta de cumpleaños. Estaban invitados. Cuando la fiesta terminara cada uno recibiría un regalo. Sin embargo, les pedía un favor. Como sería necesario lavar más trastes de los acostumbrados, y el agua que subía a la montaña no era suficiente, tenían que llevar un recipiente lleno de ese líquido para depositar su contenido en el estanque del palacio. Todos se entusiasmaron. Al día siguiente se les veía subir con sus recipientes llenos de agua. Algunos eran de buen tamaño. Otros, sólo para salir del compromiso, llevaban apenas un dedal. Unos más ni siquiera se molestaron en cargar algo. "El rey es tan bueno", pensaron "que no va a pedirnos nada". Cuando llegaron, vaciaron sus recipientes en el estanque y los dejaron a un lado. La comida fue espléndida: lechones horneados, papas cocidas en el jugo de éstos, jarras de vino, fruta fresca, queso, nueces garapiñadas y turrones. Después de escuchar la alegre música de panderos y guitarras, el rey y su corte se pusieron de pie para retirarse. Los invitados, que esperaban el regalo, se inquietaron. Si el rey se iba ya no habría regalos. Cuando desapareció por la escalera que conducía a los aposentos reales murmuraron. "Ya ves que tonto eres -decía un hombre a otro- de nada te sirvió cargar ese recipiente gigante. Yo no cargué nada y comí bastante bien." Cuando la gente comenzó a dispersarse hombres y mujeres caminaron hasta el lugar donde habían dejado sus recipientes y los hallaron repletos de monedas de oro. Entre más grandes eran, más monedas contenían. A los dedales apenas les cupo una y a quienes no habían llevado nada, nada les tocó. -Agua tengo suficiente -les dijo el rey desde el balcón. Quise ponerlos a prueba y mostrarles que la justicia consiste en darles lo que les toca según su esfuerzo.

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